Los peligros de un Gobierno pandémico: un aumento descontrolado de poder.

Juan José González
7 min readApr 8, 2020

En unas pocas semanas, un virus del tamaño de 0,01 micras (una micra es una milésima parte de un milímetro, es decir, 0,001 milímetros) ha impactado profundamente en, prácticamente, todo el globo. Tal ha sido el impacto, que los diferentes Estados afectados han paralizado, literalmente, su actividad comercial y han confinado a sus poblaciónes en sus propios domicilios; una medida sin precedentes. Han prometido millonarias cantidades para hacer frente al impacto económico de esta pandemia, aun por calcular. Si tenemos en cuenta, por ejemplo, la dirección que han tomado los acontecimientos en Corea del Sur y en Singapur, la privacidad de los datos médicos y electrónicos corre un serio peligro. Nos encontramos, sin duda, ante el escenario más dramático vivido desde la Segunda Guerra Mundial.

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Un tabú tras otro, todos han ido cayendo poco a poco. No solo la amenaza de fuertes sanciones, o la pena prisión, para la gente ordinaria haciendo cosas ordinarias. También el enorme papel y trascendencia de la actuación del gobierno en la economía, comprometiendo un porcentaje nada desdeñable de la riqueza del país. En Estados Unidos, aproximadamente el 10 % del Producto Interior Bruto. El Reino Unido ha intervenido como garante crediticio; Francia y otros gobiernos como el de España, han comprometido cerca del 20 % de su Producto Interior Bruto. Los Bancos Centrales están imprimiendo dinero y utilizándolo para comprar activos en los que antes no se fijaban. Al menos por un tiempo, los gobiernos de todo el mundo están reaccionando para evitar el colapso económico y la quiebra de sus economías.

Para los defensores de los estados tradicionales y de los mercados abiertos, este nuevo virus se ha convertido en un auténtico problema. Los Estados-nación deben tomar decisiones contundentes. Pero, desgraciadamente, la historia nos enseña que, después de una crisis de gran envergadura, no es fácil que los gobiernos cedan todo el poder que han ido acaparando de manera excepcional para enfrentar estas situaciones. Todo esto tiene fuertes implicaciones, no solo en la economía, sino también, y muy importante, en el control de la población y de las vidas de las personas en particular.

No es una mera casualidad que el poder de los gobiernos crezca en estos tiempos de crisis. Puede que los gobiernos se hayan topado con la pandemia, pero es cierto que son capaces de movilizar y comprometer grandes cantidades de recursos en muy poco tiempo. En estos días, todo ese poder está siendo utilizado, principalmente, para imponer cierres comerciales, paralizar casi por completo la economía, y para someter a un aislamiento férreo a la población, con el objeto, según dicen, de detener la expansión del virus. Tal es la situación generada que parece que solo ellos son capaces de ayudar y compensar el inmenso impacto económico resultante de las medidas impuestas. Solo en Estados Unidos, y en la zona euro, la riqueza (es decir, el Producto Interior Bruto) podría caer alrededor de un 15–30 por ciento interanual, unas cifras realmente devastadoras para la economía local y mundial, de la que será muy difícil recuperarse.

El hecho de que el covid-19 sea capaz, según los científicos, de expandirse tan rápidamente, ha sido una razón más que de sobra para que el papel de los diferentes estados haya cambiado tan drásticamente en muy poco tiempo. En apenas cuatro meses, el virus pasó de Whuan (en China) a casi todos los países del mundo. En apenas unos días se registraron cerca de 255.000 casos nuevos. El miedo, que es libre, se ha instalado en la vida de las personas, que han visto el ejemplo de Italia, en donde casi 75.000 nuevos casos registrados han colapsado su sistema de salud, provocando rápidamente cerca de 10.000 muertes.

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El miedo se ha convertido en otro factor determinante en los cambios que se están experimentando. Cuando el gobierno del Reino Unido trató de minimizar la interferencia del gobierno en esta crisis, fue rápidamente acusado de negligencia y de actuar tarde ante un evento de estas características; la presión ha sido inmensa. Francia, por el contrario, tardó muy poco en aprobar una iniciativa legislativa que le ha otorgado al gobierno un gran poder, no solo para controlar los movimientos de las personas, sino también para intervenir los precios de los bienes y servicios, y requisar los bienes que estime oportunos. En España, la declaración del estado de alarma ha otorgado amplios poderes al gobierno para intervenir en esta crisis.

Hasta ahora, los estados de todo el mundo han respondido al covid-19 con una mezcla de coerción hacia los ciudadanos y una intervención decisiva en sus diferentes economías. A medida que avanza la pandemia, el poder de los gobiernos está empezando a alcanzar cotas antes nunca vistas, ya que se está empezando a monitorear a las personas, utilizando sus datos personales a través de aplicaciones para móviles, poniendo en entredicho la privacidad de los datos personales de los ciudadanos. Hong Kong utiliza aplicaciones para móviles que son capaces de mostrar donde te encuentras, con el objetivo de garantizar y fortalecer las medidas de cuarentena impuestas. China ha puesto en funcionamiento un nuevo sistema de pasaportes para garantizar y registrar a las personas que pueden salir del país con seguridad. Existen hasta aplicaciones que ayudan a predecir la propagación de la enfermedad. Y ha de tenerse en cuenta que si un gobierno consigue erradicar el covid-19, como parece que ya ha hecho China, tendrá que evitar que se produzca una segunda ola entre los ciudadanos que, se supone, son más vulnerables. En Corea del Sur se ha probado que el rastreo automático de los infectados, utilizando tecnología digital móvil es más eficaz y más rápido, ya que se pueden obtener resultados fiables en apenas 10 minutos, en lugar de en 24 horas.

Este aumento de poder de los Estados se ha producido sin apenas tiempo para su debate. Algunas fuentes aseguran que es solo una situación temporal de la que casi no quedará huella en la historia, como ocurrió con la gripe española hace, aproximadamente, un siglo. Sin embargo, la escalada que está experimentando el covid-19 hace pensar que no será así. La situación actual sugiere que esta crisis nos conducirá a un estado semipolicial permanente, en donde el Estado asumirá un papel de fuerza y acaparará una gran cantidad de poder. El Estado de bienestar que todos conocemos, corre serio riesgo de extinción, pero no olvidemos que también surgió como consecuencia del conflicto y la crisis ¿casualidad?.

Algunos de los cambios que se están produciendo en estos días son, sin duda, necesarios. Sería deseable que los gobiernos estuvieran mucho mejor preparados para afrontar con mayores posibilidades de éxito las próximas pandemias. Es preciso invertir fuertemente en salud pública; aunque también es preciso realizar otros cambios estructurales.

Pero no hay que perder de vista que una situación como la actual puede llevar a los Estados a mantener en el tiempo malos hábitos. Sería deseable que los diferentes Estados recurrieran a la autarquía para no tener que depender, en tan gran medida, del mercado exterior. Así ocurre, por ejemplo, con los ingredientes de los medicamentos, que suelen fabricarse, en un gran porcentaje, en China. Rusia, por otro lado, ha impuesto una prohibición temporal a la exportación de trigo y cereal. También es un hecho que se ha perdido, a nivel general, la confianza en las cadenas de suministro. Los Estados tienen que adoptar medidas para superar las malas expectativas económicas que se aproximan, así como la necesaria recuperación económica del tejido empresarial que crea empleo. Ha de evitarse, en lo posible, el endeudamiento, que solo traerá ruina y miseria a corto-medio plazo. De otra forma, los Estados podrían verse inmersos en una espiral de deuda pública que, probablemente, conduciría a una economía mucho menos solvente de lo esperado, y con serios inconvenientes.

Pero los mayores problemas, las mayores y más importantes preocupaciones, se encuentran en e el abuso de esa acumulación de poder por los Estados, algo que puede suponer una amenaza a la libertad que todos conocemos. En algunos Estados, como Hungría, están aprovechando esta coyuntura para imponer un estado de emergencia de carácter indefinido. Cuidado, eso es muy peligroso. Por otro lado, se puede apreciar que hay políticos que intentan utilizar esta situación para evadir responsabilidades, como ocurre con el primer ministro de Israel, Binyamin Netanyahu, que ve en esta crisis una oportunidad para evadirse de un procedimiento judicial por corrupción.

Lo más peligroso, en mi opinión, es la violación de la intimidad de las personas, a través de una vigilancia de carácter intrusivo en nuestras vidas. Se están recopilando y procesando ingentes cantidades de datos personales, con el objeto, al menos de momento, de ofrecer una mejor prestación en relación con la gestión del a enfermedad. De esta forma, el Estado tiene acceso a los registros médicos y electrónicos de todos los ciudadanos. No es de extrañar que surja la tentación de utilizar este tipo de vigilancia después de pasada la pandemia, al igual que suele ocurrir con las modificaciones de la legislación antiterrorista tras un fuerte atentado. En un principio se podría utilizar para perseguir a los delincuentes pero, lo cierto es que, nadie sabe dónde terminaría todo esto si tenemos en cuenta las medidas tan exageradas que se han tomado en China.

Es posible que se necesite vigilancia para hacer frente al covid-19, pero la principal defensa contra un Estado con poderes excesivos en tecnología y economía, serán los propios ciudadanos. No debemos olvidar que un gobierno pandémico no es apto para la vida cotidiana, y puede llegar a ser perjudicial para la salud.

Originally published at https://thethinktank.es on April 8, 2020.

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Written by Juan José González

Ph.D. in Law & LL.M | Also Writer. Entrepreneur. Cybersecurity Advocate

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